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sábado, 22 de junio de 2024

Trasfondo de Elfos Oscuros: Un nombre es solo un nombre.

     ¡Buenos días, tardes o noches, generales! Mi nombre es Alba y, mientras esperáis con paciencia a que reseñas de otros torneos se vayan fraguando o desgranemos alguna de nuestras listas en un análisis, os traigo un poco de lectura ligera para amenizar la espera.

    Todos sabemos que Warhammer es un hobby que te obliga a ser un aficionado polivalente; hay jugadores para los que pintar es un mero trámite, y pintores para los que jugar tiene como objetivo final el poder enseñar su ejército al mundo. Otros están más centrados en crear una estética única a base de esquemas de color inusuales o conversiones (o marcas alternativas) que los haga destacar, y también están aquellos que se decantan por crear historias épicas detrás de sus huestes.

Y, tengas más o menos talento, uno acaba picando un poco en todos lados.

    Por eso quiero presentar en este humilde blog mi relato, que ganó el 3º puesto en el III Torneo de Minas de Almadén (¡doble tres! Eso tiene que ser una señal...) organizado por Las Tablillas Sagradas. Tuvo lugar el primer fin de semana de este mes, y representamos al sur junto a los compañeros de Málaga Waaghgames (Bollo, nuestro Rey en el Sur y Chico) y los chicos de Granada (Adrián y mi padre Pelli).

Gracias por leerme, ¡y nos vemos en comentarios!



UN NOMBRE ES SOLO UN NOMBRE

    El cielo bailaba entre la medianoche y el amanecer cuando Abrus subió a cubierta; tenía los dedos entumecidos por el frío y la densa bruma caía frente a sus ojos como un velo traslúcido, difuminando el horizonte en formas apenas reconocibles. Aquello no restó ni un ápice de retorcido optimismo a su sonrisa cruda, «¡es un buen día para navegar!» se dijo.

    Había pasado un tiempo desde la última vez que caminó sobre la cubierta de un barco, pero su paso marcado por el vaivén de un mar en calma tenía la firmeza que solo los años de experiencia podían dar. El viejo corsario decía que era como bailar con la más hermosa y temperamental de las mujeres: cautivadora, sensual e irresistible, pero también cruel. Bastaba con dar un paso en falso para perder el compás y caer por la borda. Los que tenían suerte se rompían la crisma antes de ser envueltos en su frío abrazo, un final compasivo en comparación al que acechaba en las profundidades.

    No había mayor honor para un elfo oscuro que cruzar el mar, y Abrus era uno de los pocos afortunados que habían conseguido hacerlo en un arca negra. Pero antes de poner un pie en la Garra Abisal había estado en un cascarón bamboleante al que llamaban barco, igual que ese, y por unos instantes cedió a la nostalgia. Recordó esos años en los que la sal todavía le picaba en los ojos y tenía la boca repleta de ruegos a Mathlann, en los que exigía que los vientos fueran traicioneros con sus enemigos o las olas estuvieran hambrientas de embarcaciones asur.

— ¡Buagh!

    El desagradable sonido lo sacó de sus pensamientos, devolviéndolo a la realidad: llevaba tres días compartiendo navío con un noble a punto de cumplir la mayoría de edad y, sinceramente, sus cicatrices habían sido testigos de torturas menos agónicas que aquella.

    Su nombre era Angrek, e insistía en que lo llamaran Miradasangrienta como a su padre. Aunque nadie que no quisiera reírse de él aceptaba tan pretenciosa solicitud por sus costumbres: los druchii no pasaban sus apellidos de padres a hijos como un patético señor de Parravón, ellos se los ganaban a través de la sangre de sus enemigos o de sus propias habilidades, y cualquiera que estuviera tan loco como para adoptar un nombre que no era suyo debía de llenar las botas de aquella persona o enfrentar la más irónica de las muertes.

    Miradasangrienta, el de verdad, había sido bautizado por un grupo de elfas brujas que habían reconocido una señal de Khaine en sus ojos inyectados en sangre, y Abrus dudaba que el dios del asesinato se hubiera manifestado frente a sus esposas a través de un crío pusilánime.

    Era un puñado de años menor que su señora, pero la comparativa era injusta. Ella dirigía con mano de hierro su propia arca negra y él… Bueno, seguía vivo después de haber tomado una decisión tan estúpida, ¿no? «Su padre ha triplicado el precio inicial de mi oferta» había dicho ella, al ver su cara de vinagre: «limítate a seguir mis órdenes, Abrus, y será un viaje corto».

— ¿Alguien puede callar a esas putas arpías? ¡No he pagado para que estén aquí! — Graznó por encima de los estridentes chillidos. Después giró para encarar a Abrus. — Tú, corsario. ¡Ven aquí y responde!

    Él se aproximó a una distancia de dos largos de espada, como dictaba la tradición. En otras circunstancias hubieran sido tres, pero ahora estaba actuando como su guardia y la etiqueta del hithuan era tan estricta que un paso de más lo haría pasar por la hoja de ese intento de noble. Si es que sabía cómo desenvainar la espada que llevaba en la cintura…

— Mi señor ha pagado por nuestros jinetes, y ellas siempre los siguen a donde van.

— ¿Por lealtad? — Un brillo burlón llenó los ojos de Angrek.

— No, mi señor — negó, mirándolas. Parecían inquietas. — Por la carne fresca de los cadáveres.

    Para muchos druchii eran un presagio de buena suerte, pero para los habitantes de Karond Kar eran una promesa de victoria eterna. Su señora se había prendado de ellas cuando apenas era una niña, paseando por el rompeolas de la mano de su padre y le encantaba escuchar la historia de cómo la ciudad caería en noventa días si aquellas criaturas desaparecían de sus torres. Los jinetes las alimentaban con esclavos, y las arpías revoloteaban en torno a las atalayas de la Garra Abisal esperando pacientemente su próxima comida.

— Ellas son el motivo por el que se los conoce como los jinetes de arpía.

— Me da igual — lo cortó. — Si sabes hacer que os sigan, sabrás hacer que se callen, ¿no?

— No.

    Su respuesta cortante provocó unos segundos de silencio que bastaron para que el corsario de cabello canoso distinguiera un sonido extraño entre aleteos y el suave rumor del mar. Era un susurro en la lejanía, parecido al de las velas henchidas por el viento, pero después se callaba. Torció el gesto al ver cómo las arpías buscaban refugio en el mástil principal.

— ¿¡Con quién te...!? — Su queja fue ahogada por la mano de Abrus, pidiendo silencio. Ofendido, el joven trató de darle un manotazo para que borrara el gesto, pero el corsario fue mucho más rápido y lo contuvo, torciéndole el brazo tras la espalda. — ¿¡QUIÉN TE CREES QUE ERES!?

Tu niñera — escupió, sin tapujos. — Ahora, cálla-…

    Antes de pronunciar la última sílaba, la poca luz que les llegaba a través de la niebla fue cubierta. Duró apenas unos instantes, como un parpadeo en mitad de un día soleado, pero fue suficiente para que Abrus lo soltara para llevarse esa misma mano al cinto. Tenía ballesteros apostados en puestos de vigía, y tenían órdenes de disparar antes de preguntar, ¿no lo habían visto aproximarse? Su frenética corriente de pensamientos fue interrumpida por el violento balanceo del barco y, conociendo ya los pasos de aquel baile, el corsario se mantuvo en pie, desafiante, mientras Angrek apenas había sido capaz de alcanzar la barandilla para sostenerse.

    Al menos la tripulación no tardaría en subir tras ese «aviso».

— ¿Quién está al mando?

    El frío de Karond Kar siempre le congelaba los dedos, pero ya estaba acostumbrado a su clima difícil. Aquella voz, en cambio, le producía escalofríos y despertaba en él un miedo primitivo que rara vez había sentido en el mar. El panorama no mejoró para ellos cuando, al levantar la mirada, se encontraron con un dragón negro descansando en cubierta.

— ¿Quién está al mando? — Repitió, con impaciencia.

    Abrus dio un par de pasos hacia atrás, con cautela, tratando de distinguir al jinete oculto en su lomo. Por su parte, el noble elfo oscuro decidió desquitar toda su ira contra el inesperado visitante. Era un muchacho arrogante, el corsario le concedía eso al menos, pero conocía a gélidos con más inteligencia que la que estaba mostrando Angrek en esos momentos.

— ¿Cómo osas venir al barco de Angrek Miradasangrante? — Demandó, pero ante el silencio del jinete desenvainó la espada para amenazarlo. — ¡Descúbrete y responde!

— Miradasangrante — Arrastró el nombre, como si lo estuviera saboreando. — Bien.

    Tras una pausa que pareció una eternidad, el silencio fue roto por el estruendo metálico de la espada cayendo al suelo. La hoja vibró, resonando con un eco prolongado que poco a poco se desvaneció en el aire para dar paso a un grito estremecedor que le congeló la sangre al corsario. Cuando buscó con la mirada al joven señor lo encontró en el suelo de rodillas, dibujando surcos violáceos con sus uñas sobre su piel cetrina.

— ¡¡AAAAAAAAAH!! — Gritó de nuevo, mientras la sangre caliente se deslizaba por sus lagrimales. Notaba cómo perdía temperatura cuando rodaba por sus mejillas, y sentía que se rompía en miles de fragmentos carmesí al impactar contra el suelo. — ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAH!!

    Para ese entonces, la tripulación ya había llegado a cubierta y observaba, atónita, las aterradoras consecuencias de la impertinencia de Angrek. Todas las miradas estaban deleitándose con el cruel espectáculo, conteniendo la respiración ante los fútiles intentos del joven noble por acabar con su propia vida, apretando tan fuerte su cuello que habían comenzado a aparecer marcas bajo los dedos.

    El jinete se había apeado de la bestia, pero aún era una sombra vaga entre la densa niebla. A cada paso, el contorno de una armadura tan oscura como la misma noche se iba dibujando frente a los horrorizados piratas. Malekith no repitió la pregunta, pues era innecesario, y en su lugar lanzó a los pies de Abrus un trozo de pergamino que el corsario se apresuró a recoger.

    La claridad de su contenido era discutible, los trazos de cada letra se retorcían como una culebra y algunas frases estaban obviamente tachadas, pero el mensaje era nítido: una invitación y una trampa a la vez. De repente, la inesperada llegada del Rey Brujo había cobrado sentido.

— ¿¡Qué hacéis ahí parados como pasmarotes!? — Gritó con violencia mientras se volvía hacia sus compañeros. Empujó con brusquedad a uno de los jinetes, forzándolo a dar un par de zancadas hacia el frente. — ¡Tú! Sube algo de comer para las arpías, no queremos que vuelvan a la Garra Abisal.

— A... A la orden.

— ¡Los otros, bajad a bodega! — Hizo un aspaviento para señalar a los otros cuatro. — Comprobad si hay desperfectos y cercioraros de que tanto los caballos como los nauglir estén bien, ¿de acuerdo?

— ¡Ahora mismo, señor!

— ¡Y los demás, conmigo! — Bramó mientras levantaba uno de sus brazos, moviéndolo en círculos. Todos habían empezado a despertar de la conmoción inicial y estaban tomando posiciones para la maniobra. — ¡Cambio de rumbo! ¡Nos vamos a las minas de Almadén!

    Porque cuando no se gana, un nombre puede morder la mano que osa tomarlo como la más feroz de las bestias en lugar de proteger a su portador. Después de todo, ¡no es más que un nombre sin ningún valor! Uno que puede perderse, agonizando entre tablones cubiertos por sangre y sal, apagado en el estruendo de las botas de una tripulación que se prepara para cambiar el rumbo.

15 comentarios:

  1. Tercero nada mas?? Poco me parece, para lo bien que escribes :3 hoy me toca trabajar tarde, asi que ha sido un buen entretenimiento para combatir el sueño, jajaja

    (he sido la primen en comentar ~ <3)

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    1. ¡Muchas gracias, corazón! Eres lo más bonito de la existencia <3

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    2. De nada <333333 te quiero muchoooo

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  2. Felicidades por ese merecido tercer puesto :)

    Tu trasfondo tiene detalles muy particulares, es un trabajo muy creativo
    Me gusta el desenlace de la historia, es un plotwist muy inesperado :O muy Warhammer, parece que estoy leyendo un libro de la Black Library

    Espero que la proxima vez te lleves un primer puesto ;) y que lo compartas aqui

    Saludos!!

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Lor3nR, es un honor que digas algo como esto sobre mi trabajo ^^ un saludo y espero leerte de nuevo por el blog.

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  3. ¡Increíble relato! La ambientación está bien lograda y me encantaron las descripciones de Abrus. La jerarquía y las costumbres de los elfos oscuros se muestran de manera muy auténtica, pero la aparición del dragón negro es una escena muy tensa.

    Felicidades por tu tercer puesto.

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    1. ¡Gracias, Hektor! Me alegra mucho haber conseguido la tensión en esa escena ^^ era lo que pretendía, y también me hace muy feliz que veas reflejado todo el tema de las costumbres.

      Eres muy amable, de verdad, espero leerte de nuevo en el blog.

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  4. Muy buen relato Alba, se nota que esos druchii tienen sed de sangre hahaha un saludo y seguid publicando más contenido!! 🤟🤟

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    1. ¡Gracias, apaña'o! Jajaja, un poco de sed de sangre siempre hay ~

      Espero seguir viéndote por el blog, me da mucho ánimo <3

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  5. Enhorabuena por tan genial relato y merecidisimo reconocimiento a tu genial manera de escribir y expresar tanto con solo unas palabras. Un saludo y a seguir dando caña a todos los ámbitos de este precioso hobby, entre ellos este estupendo blog.
    Ahhh!!! Y gracias por la mención en tu presentación:
    "Rey en el Sur".... no tenéis guasa ni más
    Jajajaja

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    1. Es que eres el rey en el sur, ya no puedes librarte de tu título, jajaja <3

      Muchas gracias por todo, de verdad, eres un sol de persona y el mejor reconocimiento es tenerte por aquí.

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  6. Maravilloso!! Me ha gustado mucho, un relato genial como dicen los demas, ajajaja

    Sigo el blog!!

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    1. ¡Gracias, Eloi, por seguirnos! Y también por tu opinión sobre el relato.

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  7. Es maravilloso leer cada cosa que escribes. Perfectamente podría estar sacado de un fragmento de la Sangre de Aenarion y libros similares de elfos. Eres la caña🫶🏼🫶🏼.
    Tono 😘

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    1. ¡Gracias, Tono-anónimo! Tenemos un club un poco pocho, porque si no es Martín, eres tú comentando en anónimo, jajaja.

      Tú también eres la caña <3

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